NUESTRO AMIGO PABLO
Aquella mañana de abril lucía un sol radiante. Los pájaros se habían levantado muy temprano y revoloteaban inquietos cerquita de sus nidos. Los veíamos a través de la ventana de nuestra clase.
–¡Ha llegado un niño nuevo!– dijo María.
El maestro, don Fernando, nos presentó a Pablo. Había venido ese día por primera vez al colegio, cogido fuertemente de la mano de su madre. Pablo tenía la cara un poco triste. Nos contó que venía de un pueblo lejano donde crecen las encinas y los pinos. Tiene también unos montes altos por donde vuelan buitres, halcones y águilas. Por el valle corre un río largo y profundo en el que viven truchas y barbos.
Pablo dibujó los árboles, los montes y el río mientras asomaban algunas lágrimas a sus ojos azules como el cielo.
Durante el recreo, las niñas y los niños de la clase nos reunimos en el patio, junto al huerto. ¿Qué podíamos hacer para que Pablo se sintiera feliz? María le prestó unas canicas. Manuel lo invitó aquella tarde a su fiesta de cumpleaños. Yo le dije que quería ser su amigo y Laura le regaló un corazón muy grande que había dibujado en la clase de plástica.
Pasaron los días. Ahora, cuando Pablo recuerda los árboles, los montes y el río de su pueblo, ya no asoman lágrimas a sus ojos azules como el cielo. Ahora está feliz porque ha encontrado en nuestro colegio muchos amigos y amigas que lo quieren.
CUESTIONARIO
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