CUIDADO, UN DINOSAURIO
Una tarde, hace unas semanas, apareció un dinosaurio en el parque de nuestra ciudad. Mi hermana y yo nos reímos muchísimo viendo cómo las personas mayores se asustaban de él. ¡Hasta el valiente guarda del parque empezó a temblar!
El pobre dinosaurio estaba asustado y decidimos llevárnoslo. La vuelta a casa fue muy curiosa. Por donde pasábamos con nuestro nuevo amigo, todos salían huyendo, gritando y corriendo. Los coches se quedaban paralizados y los policías tocaban sus silbatos.
Don Enrique, nuestro maestro, nos había hablado alguna vez sobre los dinosaurios, y me vino en seguida a la mente que eran animales totalmente pacíficos.
Mamá y papá no tuvieron ningún inconveniente en que el dinosaurio se quedara con nosotros por un tiempo. Podría dormir en el huerto.
A la mañana siguiente, descubrimos que nuestro dinosaurio se había comido dos cuadrados enteros de lechugas, todas las zanahorias y estaba mordisqueando las hojas de nuestro cerezo.
Durante la comida, estiró su cabeza a través de la ventana de la cocina y en un abrir y cerrar de ojos vació la fuente de ensalada.
Mientras mi hermana y yo estábamos en la escuela, Dini, como llamábamos a nuestro amigo, se había comido todo el huerto.
¿Qué podíamos hacer?
Pensamos que nuestro maestro sabría qué hacer con él y al día siguiente lo llevamos al colegio.
Adaptación de Sally Cedan
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